Criadas y señoras (The Help)’ (‘The Help’, 2011) ha sido uno de los mayores éxitos comerciales del año en Estados Unidos (fue número uno durante tres semanas y recaudó más de 160 millones de dólares) y salvo sorpresa mayúscula será una de las favoritas en la próxima edición de los Oscar. No es de extrañar, adapta una novela muy vendida, cuenta con un atractivo plantel de actrices y trata el tema de la segregación racial, algo que tiene mucho tirón entre el público norteamericano. Pero además, es una cuidada producción que busca la simpatía del espectador en todo momento, una de esas historias sentimentales de fácil consumo, con evidentes injusticias sociales, situaciones difíciles que se superan con esfuerzo y buen humor, protagonistas divididas entre buenas y malas… que en el fondo son buenas también. Es la típica película de sobremesa amable y bonita, de risas y lágrimas en raciones moderadas, dramática pero optimista, apropiada para una digestión relajada.
La historia de ‘Criadas y señoras (The Help)’, basada en el best-seller de Kathryn Stockett (otro caso de éxito tras el rechazo de decenas de editoriales), nos devuelve a la década de los 60 y nos lleva a Jackson, en el estado de Mississippi. A través de los ojos de la joven, independiente y moderna “Skeeter” (Emma Stone), nos adentramos en una realidad de gente blanca tradicional y con dinero que emplea a gente negra y pobre en trabajos poco cualificados. La chica no ha crecido asimilando las reglas sociales de su entorno ni sus prejuicios, y rechaza el desdén con el que sus superficiales amigas tratan a sus criadas, unas relaciones condicionadas por el color de la piel. A diferencia de todas las demás de la localidad, la meta de “Skeeter” no es casarse, tener hijos y jugar a las cartas, su deseo es convertirse en escritora, y un día decide que quiere dar a conocer una versión que nunca ha sido escuchada, la de la mujer negra que cuida el hogar blanco. Todo desde un prisma melodramático y humorístico, sirviéndose de tópicos y lugares comunes, buscando contentar a todos los espectadores, sin incomodar a nadie. Por fortuna, las intérpretes mantienen viva la película.