miércoles, 25 de enero de 2012

Tan estúpido como yo

La estupidez como característica esencial del ser humano, como elemento inseparable de nuestra conducta y como categoría primordial de nuestra imperfección, es cotidiana e inabarcable; colectivamente nos supera siempre. Al mirar alrededor, es imposible no preguntarme: ¿por qué la mayoría de los seres humanos no se acepta así mismo como estúpido?
Hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana y del universo no estoy seguro. Albert Einstein.
No existe reflexión que refleje tan bien su enunciado; debe ser, sin duda, mérito de la “estupidez” en la que participamos. Es difícil, reflejar en tan pocas palabras tanto caos en una reflexión, pero sin duda, ¿Qué se nos puede pedir como “especie”, si el principio de todas las cosas, es la “estupidez humana”?
Reflexionemos “estúpidamente” sobre las palabras que preceden a este comentario: si tomamos a la estupidez como “característica esencial del ser humano”, podríamos decir entonces que es un concepto ideal del que participamos activamente como especie. Esto presenta un nuevo dilema: ¿todos participamos igualmente en esta “estupidez humana“?, ¿hay personas que participan de esta estupidez de una forma más activa que otras?, ¿podemos encontrar en los humanos algún tipo de estupidez no propia de los humanos? y, de resolver positivamente este último caso, ¿estaríamos en presencia de algún sujeto que ha sobrepasado los límites de la “estupidez humana”?.
¿Te sientes un tanto estúpido? Aún nos queda un poco más; cito: “como elemento inseparable de nuestra conducta y como categoría primordial de nuestra imperfección, es cotidiana e inabarcable, colectivamente nos supera siempre”, es decir, estupidez cinco, humanos cero; ¡Nos supera por goleada!
El caso es que, el razonamiento tiene su propia inercia; si es cierto que existe la “estupidez humana”, nuestra conducta y comportamiento se ve afectado por esta, pero, de ahí a situar la estupidez en la cima jerárquica de las categorías que dan cuenta de nuestra imperfección es un enorme paso que precisa de mayor aclaración. Visto así, sorprende que nuestros exaltados eruditos no hubiesen inmortalizado a un dios que, de seguro, hubiera sido venerado por más de uno.
A pesar que la estupidez, nótese el énfasis utilizado en el género que la describe, debería ser representada como una mujer, haciendo, ¡cómo no!, uso de nuestra más que sabida estupidez y tendencia machista. Es sencillo recrear la imagen de esta deidad: un Elmer Gruñón con cabellera azabache que se escurre torpemente sobre una imponente pero grotesca voluptuosidad y que, además, nadase en la más idiota de las soberbias. Pero, a ver, esto no es más que una imagen estúpida, formada en el consciente de un estúpido.
Lo más interesante de todo esto es conocer como se ha llegado a esta conclusión, cito: “basta por ejemplo con observarnos solo un instante a nosotros mismos”. Si tuviste las agallas para reconocer y burlarte de las estupideces recogidas por mí, debes prestar atención a este último punto: hemos encontrado algo que nos une como especie por encima de cualquier diferencia, todos somos iguales ante los ojos de la estupidez.
En fin, un estúpido que redacta un par de ideas estúpidas para demostrarte que eres tan estúpido como lo que lees y piensas. ¿Estúpido?

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