miércoles, 1 de febrero de 2012

En esta historia no hay romance


Mi interrumpida e inconstante. De pequeña me llevaban con frecuencia a ver obras para niños en teatros paraniños; la mayoría de ellas eran como episodios de series de televisión. Losactores solían bajarse del escenario en algún punto e interactuaban con la audiencia,preguntando cosas o pidiendo la ayuda de algún voluntario. Eso me daba miedo,no obstante me gustaba ir al teatro.

Cuando ya estuve grandecitapara ir a ver Las aventuras de los Power Rangers, dejé de prestarleatención al teatro. En el colegio tenía amigas teatreras y, por supuesto, iba aver sus obras y la pasaba muy bien; pero aún así nunca me llegó a interesarmucho más que el simple hecho de ir a verlas. Participar en alguna obra como lohacían ellas nunca me pasó por la cabeza.

Durante ese tiempo mi relacióncon el teatro no era precisamente romántica. A diferencia de la mayoría de laspersonas involucradas en el teatro, mi epifanía teatral no tuvo nada que vercon mi infancia, ni con mis experiencias escolares, ni con esos años que“supuestamente” son los mejores de tu vida; no, el verdadero detonante de miinterés por ver lo que pasaba sobre las tablas fue un libro que compré a los 16años en un viaje a Europa: un pequeño paperbackcon dos obras de TennesseeWilliams.
El contenido del libro noimporta mucho en esta historia, lo realmente importante es que en esaspáginas leí por primera vez un teatro que me movió alguna fibra, y que tuvo lasuficiente fuerza para hacerme querer verlo sobre un escenario, me abrió losojos al potencial comunicativo del teatro: una comunicación única, honesta,casi tangible, pero obviamente todo un arte difícil de lograr.

Me tocó comenzar a entender elteatro así, de forma aislada y casi hipotética. Ahora me correspondeencontrar sobre las tablas ese valor que encontré en el papel. ¿Existerealmente un teatro más frívolo que otro? Y si existiera ¿importa acaso ladiferencia? Seguramente sí, pero no creo que uno vaya en detrimento del otro.Las posibilidades son infinitas, y queda mucho –muchísimo- teatro por ver.

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